El Asedio de Córdoba


Cayó Ciudad de Córdoba. Estábamos tan estupefactas por lo que pasaba en Ciudad de Buenos Aires, que perdimos de vista el punto más débil de nuestro territorio.

Paramos a comprar unos salames en Oncativo y pudimos ver a lo lejos la humareda. Frenamos; y no por hacer turismo foodie, sino porque no sabíamos cuándo volveríamos a encontrar comida. La vendedora se disculpó por haber tenido que sacarles la etiqueta, pues ya no podía venderlos bajo el nombre de “salame”. Hasta allí había llegado la retaliación italiana. Los cuatro chacinados nos costaron un sueldo.

Llegamos al retén de la ONU, mostramos nuestras credenciales, hicimos oídos sordos a todas sus advertencias, y seguimos… tragándonos con soda el amargor de ver los autos incendiados que iban apareciendo a un lado y otro de la ruta, como arbustos. Llegamos a Circunvalación y entramos por Avenida Sabattini. Suena un demoledor rebaje a primera, gomas humeando, nos agarramos de donde pudimos y la cruzamos de punta a punta sin frenar, a casi 200 km/h. La habían rebautizado “Avenida de los Francotiradores”. Fue el único tramo en que nuestro piloto, un cordobés ex corredor de rally, dejó de contar chistes.

Llegamos. Por fin llegamos al refugio. Nos recibieron con un café y un besito de licor Mariposa, porque ya empezaba a hacer frío. Estaban jugando al chinchón. Nos tiramos un rato. Muertas de cansancio. Aliviadas. Casi felices.

El asedio llevaba más de ocho meses. Ocho meses sin agua corriente, sin electricidad, sin gas, sin comida. Y lo más dramático: sin Fernet y sin Coca. Esto los derrotó. Fue el efecto letal de la táctica cerrojo perpetrada por Italia y EEUU. La crisis de las pizzas y las hamburguesas desarrollada en Buenos Aires, fue meramente una distracción para asestarle el impacto más devastador a nuestra originalidad. No habíamos podido ver que nuestro trago emblema nacional era una mezcla de dos cosas que nunca nos pertenecieron: un licor italiano y una gaseosa estadounidense.

Terminado el descanso, nos dieron unos chalecos, unos cascos, y nos mandaron a buscar leña al Parque Sarmiento. La primera noche iba a ser larga.

(Continuará)

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