El sentido del dequeísmo

Esta es una historia triste; la de Luciano, un entusiasta de la comunicación y la palabra, tanto oral como escrita.

Luciano era feliz, trabajaba para vivir, redactando, corrigiendo y ensayando. De tanto en tanto, se entretenía criticando online la redacción de artículos periodísticos. En el auto, escuchaba la radio; reía y hasta comentaba en voz alta lo que oía. Por las noches se iba a algún bar tranquilo, a leer o a charlar con amigos.

Un día, un orador le advirtió: "cuidado con el dequeísmo".

Al principio, Luciano no entendió del todo la advertencia recibida y la desestimó. Sin embargo, una semilla comenzó a germinar en su conciencia y brotó abruptamente en la forma de un sexto sentido. Ahora Luciano podía percibir una nueva señal de la realidad, podía escuchar el dequeísmo en todos lados.

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Para poder ponernos en los zapatos de Luciano y así entender su infierno, deberíamos imaginar la sensación de ser capaces de percibir todas las ondas electromagnéticas que circulan por el aire: la TV, la radio, los radiotaxis, la policía, la ambulancia, etc., etc., etc.

Primero, dejó de disfrutar las charlas con sus amigos, ya que las imperfecciones de su lenguaje se sentían como martillazos en la cabeza. Después apagó la radio. Sus textos se volvieron inconexos y, por momentos, vacíos... Ya no se atrevía a poner ningún "de" antes de un "que" -a pesar de que fuese correcto-, luego pasó a ser ningún "de" ni un "que" en la misma oración, y por último, no más "des" ni "ques" en ninguna oración, ni párrafo, ni texto.

Perdió su trabajo, se refugió en el alcohol y murió de cirrosis; solo y en la más cruel de las miserias.

1997/98

El Maestro nos daba clases y nosotros surfeábamos la depresión.


La depresión es fría y marrón, como el agua de Valeria; pero se la puede surfear.

El sol, la señal. Un dolor que no se va.

Cuando el mar era suficiente, tocábamos hasta la noche y después cenábamos.

Bueno, si...

... a alguien amé profundamente en mi vida. Y, si.

Todo lo que hiciera o sintiera estaba bien para mí.

No me importaba qué sintiera por mí. Eso era secundario.

La Madreselva


Madre. Madre. Madre. Madre. Madre. Madre. Madre. Madre. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva.