Odio Buenos Aires, pero no está tan mal

Ante todo, Buenos Aires está en Sudamérica. No está entre España y Francia ni entre Italia y Suiza.

Si contrastamos Buenos Aires con París, nos vamos a deprimir. Si la contrastamos con Londres, el resultado va a ser el mismo. A lo sumo, ya que somos tan soñadores, podríamos compararla con Ciudad del Cabo. Pero no… lo correcto sería compararla con Quito, con Bogotá, con La Paz, con Río de Janeiro.

¿Por qué cuesta tanto asumir que Buenos Aires es una más de las grandes ciudades sudacas?

Nos quejamos del tránsito sin haber padecido el tránsito de Sao Paulo o el de La Paz.

Nos quejamos de los colectiveros que frenan lejos de la parada cuando ni en Bogotá ni en Quito hay siquiera paradas.

Nos quejamos de la Villa 31 y de los cartoneros que dejan todo sucio cuando en Río de Janeiro el olor a podrido y a gas de garrafa es agobiante, los pordioseros están muertos o desmayados en el medio de la calle y las favelas vencen la ley de gravedad trepando morros. Las playas serán fantásticas, pero llueve todos los días. En síntesis: Río de Janeiro es una hermosa ciudad para ver en fotos.

Es fácil criticar a Buenos Aires luego de un viaje a New York o un viaje a Berlín. La falacia está en suponer realidades continentales (o subcontinentales) iguales; cuando son diametralmente opuestas.

Las ciudades europeas tienen más de mil años de historia y las ciudades norteamericanas tienen un pasado de colonización muy diferente: el pionero norteamericano llegó para quedarse, no para comer y volar. Si desconocemos la problemática sudamericana, si desconocemos a nuestras ciudades hermanas, si creemos que la problemática que incumbe a Buenos Aires es la europea, nunca vamos a salir adelante.

En síntesis: Siendo Buenos Aires una ciudad perteneciente a un subcontinente destinado desde el origen al saqueo, al exterminio, el contrabando y la explotación desmedida, realmente, no está nada mal.

Eso sí: la odio con toda el alma.