Regreso a la realidad holandesa luego de mucha fruta artificial. La experiencia es errática, el aprendizaje contingente. Al igual que el control. Esta vez sin hongos y con ginebra. Un viaje hermoso, real.
Que el hablar sin saber sea humano, así lo mando a comprar puchos, si no me sirve de nada.
LA FRUTA ARTIFICIAL
El presente no es un punto geométrico sino un intervalo operativo. En la experiencia consciente abarca unos segundos: suficiente para mantener en retención lo que acaba de ocurrir y proyectar una anticipación inmediata. A ese tramo se le ha llamado specious present. Mientras tanto, la física no selecciona un “ahora” absoluto: cada observador descompone el espacio‑tiempo según su estado de movimiento y ninguna ley distingue una lámina privilegiada de simultaneidad.
La entropía introduce una dirección estadística: sistemas aislados evolucionan hacia configuraciones más probables. Esa asimetría explica que recordemos el pasado y no el futuro, y que existan huellas, registros y memoria. Pero el incremento entrópico no define por sí mismo la frontera de lo que está “presente”; sólo establece condiciones para que haya trazas estables que la mente pueda integrar.
La reversibilidad estricta es una idealización microscópica. A escalas macroscópicas, disipación e intercambio de energía hacen que la mayoría de procesos sean efectivamente irreversibles. Por eso vincular el presente a un intervalo “reversible” resulta inestable: depende del nivel de descripción y del tipo de proceso considerado.
En el cerebro, la integración temporal se apoya en bucles de retroalimentación, memoria de muy corto plazo y predicción continua. Así construimos un bloque dinámico que se actualiza sin que percibamos la discontinuidad de un instante matemático. Este presente experiencial puede expandirse o contraerse según atención, carga cognitiva o estados afectivos, sin que cambie la estructura relativista del tiempo ni la tendencia termodinámica global.
Quedan entonces varios sentidos coordinados: un presente físico sin privilegio ontológico, un presente fenomenológico extendido unos segundos, y un “presente” metafísico debatido entre posturas que afirman o niegan su realidad singular. Distinguirlos evita cargar a una sola noción con tareas explicativas incompatibles.
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