La Matemática según Duggan

 
Estatua de Bruce Lee (Hong Kong 2015)

Justo ayer algunos tuvimos la dicha de captar, condensada en un breve twitt, la esencia del corpus epistemológico del prolífico matemático P. Duggan. 

“Y les agradezco [al presidente y al gobernador] por las gestiones para que llegue la vacuna. Ya que algunos dicen que no traen las vacunas, esta que me di la trajeron!!!”

Con una simpleza y solidez argumental envidiables, el Prof. Duggan da una clase magistral sobre la aplicación de SU teoría de conjuntos y SU principio de inducción.

O sea: Como SU vacuna pertenece al conjunto de vacunas aplicadas y el subconjunto de vacunas aplicadas está incluido en el conjunto de vacunas traídas, significa que la trajeron; ergo, por SU principio de inducción matemática: si él es la persona N y SU vacuna la trajeron, y esta proposición también se cumple para N+1 (por ejemplo: la querida de Ferraresi), entonces, se cumple para toda persona.

Bajo este razonamiento, llegaron al país todas las vacunas que debían aplicarse a la población y, efectivamente, se aplicaron. Punto.

¿Pero cómo puede ser que sólo el 5% de la población argentina esté vacunada, mientras que nuestros vecinos llegan al 30%? Bingo: las estadísticas mienten, porque el modelo matemático del Profesor Duggan (también conocido como Matemática de la Negación o Teoría del Desconocimiento Planificado) es perfecto. Punto.

En defensa de la lógica y la ética del Profesor Duggan; debo admitir que generalmente así razona cualquier persona al momento de justificar su voto. Podrá existir una parte del electorado que tenga una visión más altruista, institucionalista y de largo plazo; pero lo cierto es que casi nadie somete su voto a consulta popular. A lo sumo, lo defiende a posteriori en un asado. UNO vota según la opción que UNO considere más redituable en términos económicos o ideológicos. Es más: UNO vota lo que se le venga en gana porque, al fin y al cabo, es su derecho y no tiene por qué andar dando tantas explicaciones. Punto.

Bueno, este algoritmo que parte de un absurdo lógico-matemático de alcance general y avanza en retroceso hasta llegar a un derecho individual democrático inexpugnable, representa el ADN del Kung Fu Kirchnerista. Un método de lucha que se repite en cada discusión con los defensores del régimen. O sea: su rutina defensiva parte de la generalización de realidades buenistas y absolutamente parciales, sostenidas a fuerza de contorsiones y muchísima culpa progresista; pasa por tirar al piso, cuestionar y embarrar toda evidencia estadística en contra; y, ante la imposibilidad de vencer a la realidad, desemboca en espetar que cada uno vota lo que se le cantan las bolas, porque es su derecho. Y punto.

¿El Kung Fu K es legal? En principio, sí. ¿Es legítimo? No parece. De hecho, durante la peor crisis sanitaria de la historia argentina, han destinado gran parte del esfuerzo legislativo a vestir de legalidad una sarta de aspiraciones ideológicas e ilegítimas desde el punto de vista constitucional: avances sobre la propiedad, avances sobre la justicia, avance sobre las libertades individuales y económicas. De testeos, rastreos y vacunas: poco y nada. Lamentablemente, para muchos bichos del derecho, los constitucionalistas son una manga de ilusos. Y así estamos.

Esto nos devuelve a la Matemática de la Negación y a la Teoría del Desconocimiento Planificado: ¿Yo? ¡Legal! ¿Yo? ¡Derecho! ¿Yo? ¡Argentino!

De eso no se habla, de eso no se discute. El vicio de ilegitimidad del Kung Fu K anida en la minuciosa planificación del desconocimiento. Los federados apoyan en bloque cosas que desconocen, para recibir a cambio privilegios particulares. Finalmente, si todas sus cabriolas argumentales resultan inútiles, se excusan de discutir, o bien invocan la sacralidad del voto (que, por cierto, quieren posponerlo indefinidamente).

Ojalá la hipótesis de la cancelación indefinida de las elecciones nunca se verifique. Pero si existiera algún viso de realidad en ella, se basaría sobre la imposibilidad de seguir sosteniendo la farsa peronista por mucho tiempo más; porque la pobreza es real y los enemigos son imaginarios. El único enemigo real de la Nación fue sepultado con votos en 1983. Curiosamente, durante los ’80, el peronismo se dedicó a apedrear al sepulturero con más de una decena de huelgas generales; durante los ’90, revivieron al muerto a fuerza de indultos; para que en los ’00, mediando un suave golpe de estado, un oportunista usurero de pueblo se convirtiera en ícono pop de los Derechos Humanos por bajar el cuadrito de un genocida indultado por su propio partido político. ¿En serio estamos hablando del mismo partido político? ¡Wow! 

Una flexibilidad que un maestro del Kung Fu, como Bruce Lee, envidiaría. Aunque se revolcaría en su tumba si se enterara para qué fue usada su filosofía de lucha, resumida en su conocidísima frase “be water, my friend”. Una postura íntimamente relacionada con el Wu Wei: aspecto de la filosofía taoísta consistente en enfrentarse a situaciones complicadas “sin actuar”, que no es lo mismo que no hacer nada. Este concepto también significa “sin esfuerzo”, como las plantas que crecen por Wu Wei, es decir, no hacen esfuerzos para crecer, simplemente lo hacen; o como el usurero de pueblo (ya consagrado ícono pop de los DDHH) cuando decía que no iba a reprimir. Dejar que fluya la situación, como el agua. O sea: mientras automovilistas y piqueteros se mataban entre ellos, él esperaba hasta que todo se alinee. Lo mismo parece suceder, en cierta medida, dentro del frente político; donde forcejean desde ¿ex? neoliberales hasta maoístas.

¡Pobre Bruce Lee, quedar enredado en este fango! Relacionar a Bruce Lee con el maoísmo es tan ridículo como relacionar a Borges con el peronismo.  Sin embargo, algunos diplomáticos del régimen lo intentan. Y tal vez tenga cierta lógica: porque si es cierto que Borges dijo que el peronismo tiene todo el pasado por delante, estadísticamente logró concretar este objetivo. En términos de desarrollo, nos quedamos en el pasado. Desde 1984 gobernó el 70% del tiempo a nivel provincial y nacional, el PBI per cápita creció un cuarto de lo que creció el mundo, fuimos sobrepasaos por países que eran más pobres en aquel entonces, al 2021 llegamos a un 50% de pobreza y un 60% de niños pobres. Tampoco se cumplieron los dos principios de la “Economía Justicialista”: la distribución de la riqueza no fue mejor que en otros países de la región; y la felicidad del pueblo, a juzgar por la tasa de suicidios, tampoco mejoró. Ni hablar del inexplicable desabastecimiento de vacunas y la cantidad fenomenal de muertos de COVID por millón de habitantes.

También volvieron al pasado en ese aspecto: repetir la pésima gestión sanitaria del año pasado, caracterizada por la cuarentena más larga e inútil del mundo. Tal vez por eso odien las estadísticas. O tal vez todo sea “más complejo”… El eufemismo científico de “cállate, pelotudo, vos no entendés nada”.

Disculpen. Estamos atravesando problemas técnicos. Volvemos a estudios centrales. ¿Pablo, estás ahí?



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