Siempre intenté darle a la gente lo mejor de mí. Siempre puse una sonrisa a quienes lo merecían, pero nunca me dejé atropellar por quienes demostraron su hostilidad. Regalé mis momentos de plenitud a los demás y opté por reservarme los estados de angustia.
Pero hoy no puedo seguir dándole a mis semejantes todo lo que quisiera; ni siquiera puedo darme a mí mismo lo que quisiera. No culpo a nadie. No culpo a quienes no pudieron observar que mi luz se iba desvaneciendo. Tampoco culpo a quienes pudieron observar esto y no procuraron encenderme.
Mi vida fue tan súbita y útil como la llama de un fósforo que a penas logró encender un cigarrillo en medio de un vendaval; el cual terminó por apagarla inmediatamente luego de que el fumador lograse dar la primera bocanada de humo.
Mi esencia permanecerá en todos ustedes como la nicotina de ese cigarrillo en los pulmones de aquel fumador. Sus ojos derramarán lágrimas por el irritante humo que inundó sus rostros imprevistamente, cuando ese vendaval azotó implacablemente.
Espero que me recuerden tan solo como eso; como un espacio en su rutina diaria. Como un cigarrillo dentro de un paquete lleno, del cual podrán seguir fumando hasta que su organismo diga “basta”.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment