Los 50 Bestias


A diferencia de Córdoba, Buenos Aires no requirió ser asediada para caer derrocada. Ya devaluada, devastada y derrumbada, simplemente la compraron a precio vil. A penas intermedió un lacónico simulacro de remate. El comisionista levantó un toco de cada parte, y se escapó en jet privado a otro país del continente, a otra ciudad… Y prometió allí también convertirla en Capital Gastronómica.

El Gobierno de Buenos Aires escapó con su parte del trato en Buquebus y fue reemplazado por el Jurado de los 50 Bestias; quienes impusieron, a sangre y fuego, la ley marcial. La ley no era ni escrita ni pública: sólo los 50 Bestias sabían o definían qué estaba establecido. Decidían quién estaba permitido y quién estaba vedado; quién subía y quién bajaba; quién estaba adentro y quién afuera… Quién sufriría y quién moriría.

El nuevo orden catalizó la ebullición de las más arraigadas pasiones orales argentinas: comernos los unos a los otros y lamer de rodillas al poder superior. Ante la necesidad de ponerle coto al pantagruélico festín de atroz canibalismo y felación, Los 50 Bestias fomentaron la proliferación de Policías Colaboracionistas o Perros Colaboracionistas (PPCC) en los diferentes Distritos que dividían a la Ciudad de Buenos Aires. Cada escuadrón de perros colaboracionistas estaba liderado por un capo que reportaba a las Auditoras Generales de la Ocupación de Buenos Aires (AGOBA). AGOBA era un monstruo obeso de dos cabezas: una angloparlante, otra hispanoparlante, una escuchaba sonriente los reportes, otra solicitaba permisos de ejecución a los 50 Bestias, una visitaba restaurantes, otra los destruía. La pleitesía rendía frutos a amos y esclavos.

Entre los PPCC, el más sanguinario por lejos era el Escuadrón Policial Independiente Nacional Colaboracionista Argentino, conocido como ESPINACA. Famoso por amedrentar, desaparecer y ejecutar a sangre fría a colegas y competidores por igual. Si bien cada una de las PPCC tenía jurisdicción en su respectivo Distrito exclusivamente; ESPINACA fue tan mortífera y eficiente que exportó franquicias desde Palermo a todos los demás Distritos. En poco tiempo, ESPINACA quedó a la par de AGOBA, y luego la absorbió completamente.

Como muestra de agradecimiento por la lealtad y la ferocidad brindada al servicio del nuevo orden, los 50 Bestias le cedieron a ESPINACA dos asientos de su mesa redonda.

La ocupación estaba consolidada. 

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