La corporativización de las discusiones informales sobre política


En la época del broadcasting gratis se voltearon varios muros de edición. Esto ya lo mencionó alguna vez Beatriz Sarlo. Mientras que Marshall Mcluhan, hacia la década del 60, pronosticó que existiría un sistema implacable de registro de datos personales; y hoy lo tenemos gratis gracias a las redes sociales como Facebook, Linkedin, Google +, etc.

De esta forma, tenemos una difusión prácticamente gratuita y descentralizada de información, opinión y puntos de vista, desde lo técnico y tecnológico; que se encuentra balanceada por un sistema que permite la ubicación precisa geográfica, individual y personalísima del emisor de la información, opinión o punto de vista. Con justa causa, uno podría temer por el eventual uso represivo de este sistema, que en su primera impresión, aparenta ser tan generoso para el usuario particular.

¿Por qué será qué las discusiones políticas son unos de los rituales más frecuentemente practicados para enemistarse con viejos amigos?

Vivimos en un medio tecnológico que ha conectado a la velocidad de la luz, a los polos más opuestos y a los polos más equivalentes. A su vez, todos los puntos de emisión particulares y atomizados se ven embebidos, envueltos y recubiertos por el campo de fuerza represiva emitido desde la arista donde se intersectan el plano tecnológico y el gradiente de autoridad política.

Tengamos en cuenta que la internet funciona gracias a la transferencia de electrones, y los electrones tienen masa; con lo cual podemos decir que internet tiene masa, es decir, un atributo físico relacionado con el electromagnetismo. Los electrones teletransportan las opiniones personales a través el espacio, atravesando mares y montañas... Esto no ocurría hace 30 años, ni hasta 15. Entonces no estamos acostumbrados a que nuestras opiniones puedan ser vigiladas, corregidas y censuradas, tanto por el colectivo como por la autoridad.

Ante el temor de ser señalados y excomulgados, recurrimos a repetir el contenido, la radicalización y el tono del mensaje. O simplemente hacemos Forward. Desgraciadamente todavía no existe el Undo en la vida social, y cada vez se hace más difícil borrar el historial de uno. Entonces tenemos que elegir por un camino u otro; ya no existen las transacciones consensuadas, donde cada parte cede un poco. Tal vez sea porque nos pesa que nuestro referente ideológico pudiera estar auditándonos.

Ahora somos ubicables.

Por más que practiquemos cambiar el acento, ahora es más difícil ocultarle a tu compañero comunista el hecho de que hiciste toda la secundaria en un colegio privado y vivías en un country. Como somos ubicables, debemos radicalizarnos para legitimarnos ante el líder que nos observa a los ojos. Ese líder paternal que nos da un caramelo cuando nos portamos bien y nos da un cachetazo cuando nos portamos mal.

“Hijo mío, no hables con tu amiguito de esas cosas, porque el papá de tu amiguito pensará cosas erradas sobre mí”

Y aunque ya murió, su padre lo sigue mirando y controlando desde su cuenta de Facebook. Los líderes muertos se incorporaron.

Las corporaciones son líderes muertos.

Las corporaciones son los monstruos del mañana.