Nuevas aproximaciones a Colombia

Mismo origen.
Mismo idioma.
Misma bandera, prácticamente.

Hoy suspendieron los vuelos entre Colombia y Venezuela.

A veces cuesta creer que existan problemas de comunicación.

El loco entiende pero no escucha.
El boludo escucha pero no entiende.
El hijo de puta escucha y entiende, pero todo le importa tres carajos.

¿Con cuál nos quedamos?

*** Fin de la transmisión ***

Intervalo

Wolfmother V

El chaman sigue hablando, pero su voz es tan baja que sólo el árbol puede oírla.

La loba le preguntó al árbol qué dice el chaman, pero su voz también es tan baja que sólo convirtiendo su carne en madera podrá oírlo.

Intentó convertirse en madera una y otra vez, pero no lo logró.

Aullidos de impotencia estremecieron nuevamente el valle sin luna.

Finalmente llegó el oso y se puso de pie ante ella. Silencioso, la observó desde lo alto. Permanecieron así durante días. Quietos y callados, mirándose.

Entonces comprendió al oso y el valle descansó.

Wolfmother IV

El verano recibió a los nuevos cachorros y despidió al chamán del sur, quien fue sepultado en el fondo del lago.

Aullidos sin luna estremecieron el valle y despertaron al gran oso, quien comenzó a marchar hacia el lago, luego de un prolongado letargo.

El búho consoló a la loba y el halcón, desde el cielo, divisó al oso.

Todos se alegraban al ver llegar al chaman, caminando a la izquierda del sol; y se entristecían al ver partir al chaman, caminando a la derecha del sol.

Ahora el chaman camina en el cielo, de noche y de día. Vive en el árbol, en el agua y en el fuego.

No hay tristeza, no hay alegría.

El oso se acerca lentamente, cargando un árbol que le obsequió el espíritu del bosque.

No hay tristeza, no hay alegría.

Wolfmother III

El agua superó al fuego y calmó las ánimas. Sumergida en el lago, meditó, hasta que sus aguas se congelaran.

Entonces salió caminando del lago.

Más serena, alimentó a sus cachorros y agradeció al chaman del sur.

La luna ya se había ido. No la provocaba más. Pacífica, descansó. El halcón y el búho velaron su sueño.

Soñó con futuros encuentros y conocidos espíritus.

Wolfmother II

Lejano resplandor en el desierto andino. Cada vez más cerca, pero nunca llega. Una espera infinita.

Trote hipnótico en el horizonte, fuego, ecos visuales del llamado atronador, del aullido.

Se detiene a medio camino y contempla el cielo. Pasan tres estrellas fugaces y las llamas de su pelaje ceden protagonismo al claro de luna, que asoma provocando.

Aullido presente a pesar de su ausencia. Parece no llegar nunca.

Cae rendido, desesperanzado, profundamente dormido en el suelo del desierto.

Despierta en medio de un círculo de huellas caninas. El cénit.

A sus pies un totem nunca advertido y una loba mirándolo desde lo más alto.

Wolfmother

Mira a lo lejos mientras cae la noche. El deseo de placer la posee, se agita, trata de contenerse, pero el vicio es más fuerte y lo suelta.

El aullido despierta a sus cachorros, abren los ojos unos segundos y siguen durmiendo.

Pasa la noche en vela, llamando a los ancestros, a los brujos, a los cazadores, a los berserker. Los siglos pasan y su aullido persiste.

Su poder se transformó en fuego y su imagen se totemizó.

A la montaña viajan muchos para encontrarse con ella. Verdades esenciales revela y en sueños se aparece, rubia, corriendo en llamas hacia el encuentro.

¿Por qué denomina “ahijús”, a los haikus?

Porque no puedo escribir haikus. Tendría que ser japonés y asumir el budismo zen hasta las últimas consecuencias para hacerlo honestamente. A más, el haiku no es como el soneto, una forma a la espera de lógica poética, si el centro mismo de su gracia reside en la simultaneidad con que las palabras hablan lo que ven, bajo biorritmo ancestral. Hubiera sido gracioso, a mi criterio, cultivar el haiku en Colegiales, un barrio de Buenos Aires. De modo que me conformé con la exclamación gauchesca, hecha de sorpresa y dolor, como cualquier poesía que nos pertenece. Lo mío se podría calificar más bien en la línea de una pretensión retórica, aliada a un vago cocoliche. Por el aprovechamiento indisciplinado de lo que llega, a lo que le profesamos mucha admiración, pero igual afrontamos con la respiración del país. Lo mío es nada más que literatura, no una creencia religiosa o algo así. Un veloz soneto enanito.

(Palabras del amigo Javier.)

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