La naturaleza le imprime detalles únicos a las cosas abandonadas. El color de la herrumbre, la textura del musgo, el olor a humedad… el eco en habitaciones vacías. La naturaleza ocupa esos ambientes y se apodera de esas cosas que yacen al costado de las rutas… las esfuma.
Otra es la estética de la ocupación; que llena de remiendos improvisados y colores disonantes las cosas abandonadas hace mucho o hace poco. El color de las chapas, la textura de las bolsas de plástico, el olor a basura… el llanto de la desnutrición en habitaciones atiborradas de bártulos. La gente ocupa esos ambientes y se apodera de las cosas que yacen al costado de las calles… las contrasta.
Son estéticas espontáneas, impredecibles en los detalles y propias de inmensos proyectos inconclusos, truncados y descontinuados. En los huecos de la obsolescencia y la decadencia se escabulle la naturaleza y la gente.
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