El Hombre Araña, Popeye, las retenciones y la redistribución

No hace falta recurrir a un tratado de ética para encontrar la frase “Todo gran poder trae una gran responsabilidad”. Basta con leer algún capítulo de la historieta o ver diez minutos de la película del Hombre Araña para encontrar esta máxima pronunciada por Ben Parker -tío de Peter Parker, el alter ego del popular superhéroe-. Gracias a la popularidad de este personaje, muchísimos niños crecieron sabiendo que el poder no era un medio para hacer lo que se les antojase, sino para ayudar a los demás.

Muchos de estos niños llegaron a la universidad, siguieron administración de empresas y cambiaron las historietas de superhéroes por historietas de management. Al revés de las historietas para niños, que exhortaban a no intentar “volar” o “saltar desde un edificio” y “ser responsables”; estas historietas autobiográficas para adultos convencían a los lectores de que descubrieran y liberaran sus poderes sobrenaturales de la misma forma en que lo hicieran sus protagonistas.

Parece ser que estos nuevos superhéroes nunca oyeron la famosa frase de José Ortega y Gasset “el hombre es él y sus circunstancias”. O sea, lejos de cuestionarse la capacidad de estos colosos del management, debería cuestionarse su modestia y su noción de la realidad: ¿no hubo ni una pizca de suerte o de situaciones sumamente favorables en su experiencia de vida para llegar a ser grandes directivos? ¿no saben que no todo el mundo tiene las mismas circunstancias? ¿y la gente que estaba debajo suyo, qué? ¿no aportó nada a su éxito? ¿no saben que esa óptima combinación de factores circunstanciales, no sólo que es poco probable, sino que es tan o más importante que cualquier capacidad individual?

¿Qué sentía uno cuando a los cinco años levantaba una espada, gritaba “por el poder de Grayskull” y no se convertía en He-Man? ¿O cuando intentaba caminar por las paredes como el Hombre Araña y no lo lograba? Creo que el sentimiento era frustración. La misma frustración infantil que sienten aquellos que no logran “el éxito”.

Cuando, a pesar de todas las advertencias y súplicas de su familia, el niño se empeñaba en que podía volar y detener trenes con la mano, la consecuencia era clara y trágica. Tan trágica como la experiencia de tantos chicos cuyos padres sufrieron un burn-out por exceso de trabajo. ¿Era necesario? Pregunta difícil de responder a ciencia cierta; porque nunca se sabe quién era el más fanático de historietas de management, si ese pobre tipo o su jefe.

Volviendo a las historietas… Brutus, sin dudas, era mucho más fuerte que Popeye y éste era un marinero común y corriente. Entonces… ¿Cómo hacía Popeye, un marinero común y corriente, para moler a patadas a un gigante como Brutus, detener de un golpe al tren que estaba por arrollar a la insulsa de Oliva, rescatarla y llevársela a su casa? Fácil: comiendo ESPINACA. Pero evidentemente la espinaca le generaba algún “problemita íntimo” a Popeye; porque a pesar de todo, Oliva siempre estaba histeriqueando a Brutus al comienzo de cada capítulo. Creo que no hacen falta paralelismos para hacer más explícito el punto de este párrafo.

Si los empresarios de este país pretenden que el Pingüino y Gatúbela dejen de sacarles la plata de sus bolsillos bajo la excusa de “la redistribución”; que NO LE DEN PRETEXTOS… ni para la confiscación ni para la demagogia. Ninguna de las dos cosas nos ayuda. Ojala se dejaran de leer libros de management y volvieran a leer el Hombre Araña. Y así, tal vez, el empleado común y corriente que necesita un sueldo decente no se vería obligado a saltar con ayuda de la “espinaca” a ese 20% de la nómina de personal que acumula el 80% de la suma de salarios -o quemarse la cabeza en el intento-.